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PLEGARIAS 2






ORACIÓN CON EXORCISMO PARA FIELES ( PAPA LEÓN XIII )



Primera Invocación a San Miguel Arcángel

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, Príncipe de la milicia celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás y a todos los espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas.


Segunda Invocación a San Miguel Arcángel

Gloriosísimo Príncipe de los ejércitos celestiales, San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra los Principados y Potestades, contra los caudillos de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus malignos esparcidos en los aires, ven en auxilio de los hombres que Dios hizo a su imagen y semejanza, y rescató a gran precio de la tiranía del demonio. A Ti te venera la Iglesia como su guardián y patrono, a Ti confió el Señor las almas redimidas para colocarlas en el sitio de la suprema felicidad. Ruega pues, al Dios de Paz, que aplaste al demonio bajo nuestros pies, quitándole todo poder de retener cautivos a los hombres y hacer daño a la Iglesia. Pon nuestras oraciones bajo la mirada del Altísimo a fin de que desciendan cuanto antes sobre nosotros, las misericordias del Señor, y sujeta al dragón, aquella antigua serpiente que es el Diablo y Satanás, para precipitarlo encadenado a los abismos de manera que no pueda nunca más seducir a las naciones.


Exorcismo

En el nombre de Jesucristo y Señor nuestro, mediante la intercesión de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, de San Miguel Arcángel, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, procedemos con ánimo seguro, a rechazar los asaltos que la astucia del demonio mueve en contra de nosotros.

Salmo 67
Cuando Dios entra en acción, sus enemigos se dispersan; los que lo odian huyen de su presencia; desaparecen como el humo en el aire, se derriten como la cera en el fuego. Ante Dios están perdidos los malvados, pero los buenos se alegran, ante Dios se llenan de gozo, saltan de alegría.

Ap 5,5
V) He aquí la Cruz del Señor, + huid poderes enemigos.
R) Venció el León de la tribu de Judá, el Hijo de David.

V) Venga a nosotros, Señor, tu misericordia
R) Porque pusimos nuestra esperanza en Ti.


Os exorcisamos espíritus de impureza, poderes satánicos, ataques del enemigo infernal, legiones, reuniones, sectas diabólicas. En el Nombre, y por la Virtud de Jesucristo nuestro Señor, os arrancamos y expulsamos de la Iglesia de Dios, y de las almas creadas a la imagen de Dios, y rescatadas por la Preciosa Sangre del Cordero Divino. No oses más, pérfida serpiente, engañar al género humano ni perseguir a la Iglesia de Dios, ni sacudir y pasar por la criba como el trigo a los elegidos de Dios. Te manda Dios Altísimo, a quien por tu gran soberbia aún pretendes asemejarte y cuya voluntad es que todos los hombres se salven y tengan el conocimiento de la Verdad. Te manda Dios Padre, te manda Dios Hijo, te manda Dios Espíritu Santo, te manda Cristo Verbo Eterno de Dios hecho carne, que para salvar nuestra raza perdida por tu envidia, se humilló y fue obediente hasta la muerte, que ha edificado su Iglesia sobre firme piedra, prometiendo que las puertas del infierno jamás prevalecerán contra ella, y que permanecería con ella todos los días hasta la consumación de los siglos, te manda la Santa Señal de la Cruz +, y la virtud de todos los misterios de la Fe cristiana, te manda el poder de la excelsa Madre de Dios la Virgen María, que desde el primer instante de su Inmaculada Concepción aplastó tu muy orgullosa cabeza por virtud de su Humildad, te manda la Fe de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la de los demás Apóstoles, te manda la sangre de los Mártires y piadosa intercesión de todos los Santos y Santas. Así pues dragón maldito, y toda la legión diabólica, os conjuramos por el Dios vivo, por el Dios verdadero, por el Dios Santo, por el Dios que tanto amó al mundo, que llegó hasta darle a su Hijo unigénito, a fin de que todos los que creen en Él no perezcan sino que vivan vida eterna. Cesad de engañar a las criaturas humanas y brindarles el veneno de la condenación eterna, cesad de perjudicar a la Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye de aquí Satanás, inventor y maestro de todo engaño, enemigo de la salvación de los hombres, retrocede delante de Cristo, de quien nada has encontrado que se asemeje a tus obras, retrocede ante la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica que Cristo mismo compró con su Sangre, humíllate bajo la Poderosa Mano de Dios, tiembla y desaparece ante la invocación hecha por nosotros, del Santo y terrible Nombre de Jesús, ante el cual se estremecen los infiernos, a quien están sometidas las virtudes de los Cielos, las Potestades y Dominaciones, que los Querubines y Serafines alaben sin cesar en sus Cánticos diciendo: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejércitos”.


V) Señor, escucha mi oración
R) Y llegue ante Ti mi clamor.

V) Que el Señor esté con ustedes
R) Y con tu espíritu.


Dios del Cielo y de la Tierra, Dios de los Ángeles, Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los Profetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los Confesores, Dios de las Vírgenes. Dios que tiene el poder de dar la vida después de la muerte, el descanso después del trabajo, porque no hay otro Dios delante de Ti, ni puede haber otro sino Tú mismo, Creador de todas las cosas visibles e invisibles, cuyo Reino no tendrá fin. Humildemente suplicamos a la Majestad de tu Gloria se digne librarnos eficazmente y guardarnos sanos de todo poder, lazo, mentira y maldad de los espíritus infernales, por Cristo Señor nuestro. Amén.


V) De las asechanzas del demonio
R) Líbranos Señor.

V) Que te dignes conceder a tu Iglesia la seguridad y la libertad necesarias para tu servicio
R) Te rogamos, óyenos.

V) Que te dignes humillar a los enemigos de la Santa Iglesia
R) Te rogamos, escúchanos.




CREDO DEL PUEBLO DE DIOS ( PAPA PAULO VI )


Unidad y Trinidad de Dios

8. Creemos en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Creador de las cosas visibles —como es este mundo en que pasamos nuestra breve vida— y de las cosas invisibles —como son los espíritus puros, que llamamos también ángeles[1]— y también Creador, en cada hombre, del alma espiritual e inmortal[2].

9. Creemos que este Dios único es tan absolutamente uno en su santísima esencia como en todas sus demás perfecciones: en su omnipotencia, en su ciencia infinita, en su providencia, en su voluntad y caridad. Él es el que es, como él mismo reveló a Moisés (cf. Ex 3,14), él es Amor, como nos enseñó el apóstol Juan (cf. 1Jn 4,8) de tal manera que estos dos nombres, Ser y Amor, expresan inefablemente la misma divina esencia de aquel que quiso manifestarse a si mismo a nosotros y que, habitando la luz inaccesible (cf. 1Tim 6,16), está en si mismo sobre todo nombre y sobre todas las cosas e inteligencias creadas. Sólo Dios puede otorgarnos un conocimiento recto y pleno de sí mismo, revelándose a sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, de cuya vida eterna estamos llamados por la gracia a participar, aquí, en la tierra, en la oscuridad de la fe, y después de la muerte, en la luz sempiterna. Los vínculos mutuos que constituyen a las tres personas desde toda la eternidad, cada una de las cuales es el único y mismo Ser divino, son la vida íntima y dichosa del Dios santísimo, la cual supera infinitamente todo aquello que nosotros podemos entender de modo humano[3].
Sin embargo, damos gracias a la divina bondad de que tantísimos creyentes puedan testificar con nosotros ante los hombres la unidad de Dios, aunque no conozcan el misterio de la Santísima Trinidad.

10. Creemos, pues, en Dios, que en toda la eternidad engendra al Hijo; creemos en el Hijo, Verbo de Dios, que es engendrado desde la eternidad; creemos en el Espíritu Santo, persona increada, que procede del Padre y del Hijo como Amor sempiterno de ellos. Así, en las tres personas divinas, que son eternas entre sí e iguales entre sí [4], la vida y la felicidad de Dios enteramente uno abundan sobremanera y se consuman con excelencia suma y gloria propia de la esencia increada; y siempre hay que venerar la unidad en la trinidad y la trinidad en la unidad [5].



Cristología

11. Creemos en nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. El es el Verbo eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial al Padre, u homoousios to Patri; por quien han sido hechas todas las cosas. Y se encarnó por obra del Espíritu Santo, de María la Virgen, y se hizo hombre: igual, por tanto, al Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad[6], completamente uno, no por confusión (que no puede hacerse) de la sustancia, sino por unidad de la persona[7].

12. El mismo habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Anunció y fundó el reino de Dios, manifestándonos en sí mismo al Padre. Nos dio su mandamiento nuevo de que nos amáramos los unos a los otros como él nos amó. Nos enseñó el camino de las bienaventuranzas evangélicas, a saber: ser pobres en espíritu y mansos, tolerar los dolores con paciencia, tener sed de justicia, ser misericordiosos, limpios de corazón, pacíficos, padecer persecución por la justicia. Padeció bajo Poncio Pilato; Cordero de Dios, que lleva los pecados del mundo, murió por nosotros clavado a la cruz, trayéndonos la salvación con la sangre de la redención. Fue sepultado, y resucitó por su propio poder al tercer día, elevándonos por su resurrección a la participación de la vida divina, que es la gracia. Subió al cielo, de donde ha de venir de nuevo, entonces con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, a cada uno según los propios méritos: los que hayan respondido al amor y a la piedad de Dios irán a la vida eterna, pero los que los hayan rechazado hasta el final serán destinados al fuego que nunca cesará.
Y su reino no tendrá fin.


El Espíritu Santo

13. Creemos en el Espíritu Santo, Señor y vivificador que, con el Padre y el Hijo, es juntamente adorado y glorificado. Que habló por los profetas; nos fue enviado por Cristo después de su resurrección y ascensión al Padre; ilumina, vivifica, protege y rige la Iglesia, cuyos miembros purifica con tal que no desechen la gracia. Su acción, que penetra lo íntimo del alma, hace apto al hombre de responder a aquel precepto de Cristo: Sed perfectos como también es perfecto vuestro Padre celeste (cf Mt 5,48).


Mariología

14. Creemos que la Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, fue la Madre del Verbo encarnado, Dios y Salvador nuestro, Jesucristo [8] y que ella, por su singular elección, en atención a los méritos de su Hijo redimida de modo más sublime [9], fue preservada inmune de toda mancha de culpa original [10] y que supera ampliamente en don de gracia eximia a todas las demás criaturas [11].

15. Ligada por un vínculo estrecho e indisoluble al misterio de la encarnación y de la redención[12], la Beatísima Virgen María, Inmaculada, terminado el curso de la vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste [13], y hecha semejante a su Hijo, que resucitó de los muertos, recibió anticipadamente la suerte de todos los justos; creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia [14], continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo, por el que contribuye para engendrar y aumentar la vida divina en cada una de las almas de los hombres redimidos [15].


Pecado original

16. Creemos que todos pecaron en Adán; lo que significa que la culpa original cometida por él hizo que la naturaleza, común a todos los hombres, cayera en un estado tal en el que padeciese las consecuencias de aquella culpa. Este estado ya no es aquel en el que la naturaleza humana se encontraba al principio en nuestros primeros padres, ya que estaban constituidos en santidad y justicia, y en el que el hombre estaba exento del mal y de la muerte. Así, pues, esta naturaleza humana, caída de esta manera, destituida del don de la gracia del que antes estaba adornada, herida en sus mismas fuerzas naturales y sometida al imperio de la muerte, es dada a todos los hombres; por tanto, en este sentido, todo hombre nace en pecado. Mantenemos, pues, siguiendo el concilio de Trento, que el pecado original se transmite, juntamente con la naturaleza humana, por propagación, no por imitación, y que se halla como propio en cada uno[16].

17. Creemos que nuestro Señor Jesucristo nos redimió, por el sacrificio de la cruz, del pecado original y de todos los pecados personales cometidos por cada uno de nosotros, de modo que se mantenga verdadera la afirmación del Apóstol: Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (cf. Rom 5,20).

18. Confesamos creyendo un solo bautismo instituido por nuestro Señor Jesucristo para el perdón de los pecados. Que el bautismo hay que conferirlo también a los niños, que todavía no han podido cometer por sí mismos ningún pecado, de modo que, privados de la gracia sobrenatural en el nacimiento nazcan de nuevo, del agua y del Espíritu Santo, a la vida divina en Cristo Jesús [17].


La Iglesia

19. Creemos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica, edificada por Jesucristo sobre la piedra, que es Pedro. Ella es el Cuerpo místico de Cristo, sociedad visible, equipada de órganos jerárquicos, y, a la vez, comunidad espiritual; Iglesia terrestre, Pueblo de Dios peregrinante aquí en la tierra e Iglesia enriquecida por bienes celestes, germen y comienzo del reino de Dios, por el que la obra y los sufrimientos de la redención se continúan a través de la historia humana, y que con todas las fuerzas anhela la consumación perfecta, que ha de ser conseguida después del fin de los tiempos en la gloria celeste [18]. Durante el transcurso de los tiempos el Señor Jesús forma a su Iglesia por medio de los sacramentos, que manan de su plenitud [19]. Porque la Iglesia hace por ellos que sus miembros participen del misterio de la muerte y la resurrección de Jesucristo, por la gracia del Espíritu Santo, que la vivifica y la mueve [20]. Es, pues, santa, aunque abarque en su seno pecadores, porque ella no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida, se santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo.

20. Heredera de las divinas promesas e hija de Abrahán según el Espíritu, por medio de aquel Israel, cuyos libros sagrados conserva con amor y cuyos patriarcas y profetas venera con piedad; edificada sobre el fundamento de los apóstoles, cuya palabra siempre viva y cuyos propios poderes de pastores transmite fielmente a través de los siglos en el Sucesor de Pedro y en los obispos que guardan comunión con él; gozando finalmente de la perpetua asistencia del Espíritu Santo, compete a la Iglesia la misión de conservar, enseñar, explicar y difundir aquella verdad que, bosquejada hasta cierto punto por los profetas, Dios reveló a los hombres plenamente por el Señor Jesús. Nosotros creemos todas aquellas cosas que se contienen en la palabra de Dios escrita o transmitida y son propuestas por la Iglesia, o con juicio solemne, o con magisterio ordinario y universal, para ser creídas como divinamente reveladas[21]. Nosotros creemos en aquella infalibilidad de que goza el Sucesor de Pedro cuando habla ex cathedra [22] y que reside también en el Cuerpo de los obispos cuando ejerce con el mismo el supremo magisterio [23].

21. Nosotros creemos que la Iglesia, que Cristo fundó y por la que rogó, es sin cesar una por la fe, y el culto, y el vinculo de la comunión jerárquica [24]. La abundantísima variedad de ritos litúrgicos en el seno de esta Iglesia o la diferencia legítima de patrimonio teológico y espiritual y de disciplina peculiares no sólo no dañan a la unidad de la misma, sino que más bien la manifiestan [25].

22. Nosotros también, reconociendo por una parte que fuera de la estructura de la Iglesia de Cristo se encuentran muchos elementos de santificación y verdad, que como dones propios de la misma Iglesia empujan a la unidad católica[26], y creyendo, por otra parte, en la acción del Espíritu Santo, que suscita en todos los discípulos de Cristo el deseo de esta unidad [27], esperamos que los cristianos que no gozan todavía de la plena comunión de la única Iglesia se unan finalmente en un solo rebaño con un solo Pastor.

23. Nosotros creemos que la Iglesia es necesaria para la salvación. Porque sólo Cristo es el Mediador y el camino de la salvación que, en su Cuerpo, que es la Iglesia, se nos hace presente [28]. Pero el propósito divino de salvación abarca a todos los hombres: y aquellos que, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, sin embargo, a Dios con corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, por cumplir con obras su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, ellos también, en un número ciertamente que sólo Dios conoce, pueden conseguir la salvación eterna [29].







PLEGARIAS 1

PLEGARIAS 3




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